Desde San Pedro La Laguna hasta tierras hondureñas, el talento del escultor Mauro Yojcóm, sigue rompiendo fronteras y sembrando conciencia. Su participación en el II Guancasco Escultórico Internacional, celebrado recientemente en San Nicolás, Santa Bárbara, Honduras, no solo dejó una huella artística imborrable, sino también un poderoso mensaje de identidad, conservación y hermandad entre pueblos.
Su obra, titulada “Rusoq Tz’unun”, cuyo significado en Tz’utujil es “Nido del colibrí”, se alza imponente con tres metros de altura. Elaborada con una técnica minuciosa que combina ferrocemento, hierro y materiales reciclados, incluyendo escritorios de una escuela, esta escultura no solo asombra por su estética, sino que emociona por la historia que guarda.
El colibrí, pintado en tonos esmeralda, no fue elegido al azar. Representa mucho más que una especie en peligro de extinción en Honduras: es un símbolo de su tierra natal. San Pedro La Laguna, conocida en Tz’utujil comoTz’unun Yá, literalmente nido del colibrí, es la raíz profunda que alimenta la obra de Yojcóm. A través de esta pieza, el escultor rinde homenaje a su comunidad, elevando su cultura, su lengua y su belleza natural ante los ojos del mundo.

Una pieza que hermana a dos países
Durante quince días de intenso trabajo, Mauro no solo esculpió materiales, sino también puentes entre culturas. Su mensaje se proyecta claro: la naturaleza necesita de nuestro arte, conciencia y unión para sobrevivir. Con “Rusoq Tz’unun”, San Pedro La Laguna viaja, se expone y se convierte en un canto escultórico por el respeto a la biodiversidad y las comunidades mayas.
La travesía de Mauro Yojcóm no termina aquí. En julio próximo llevará su talento a Japón, y en octubre, a Ecuador, donde participará en simposios internacionales para seguir compartiendo su técnica y su visión del mundo. Cada destino se convierte en una vitrina para mostrar de dónde viene, y en cada escultura, San Pedro La Laguna vuela alto.

En tiempos donde las noticias escasean en esperanza, historias como la de Mauro nos recuerdan que el arte puede ser un puente, una voz y una raíz. Desde un pequeño nido en Guate, un colibrí de hierro y alma vuela para contarle al mundo que hay pueblos que crean, sueñan y crean con propósito.